Monólogo N°35: Re-Conexion
Parte ? de ?
Una “llamada” me estuvo inquietando durante mucho tiempo. Venía del pasado, de un pasado que pocas veces aparece entre la niebla, siempre hambriento de reconocimiento, de atención. Pensé por un tiempo que mi “yo mayor”, al que llamaré mayor, quería una pausa entre la tormenta, que realmente no existe, pero que de alguna manera le molesta. Pensé que quería volver atrás y por eso me escapaba a un momento, irrelevante quizás, atado a la nostalgia.
Eso no representaba un problema al inicio, pero la llamada se repetía incesantemente, a intervalos cortos. Entonces empecé a pensar que en realidad a mayor se le había olvidado algo atrás y, como mecanismo inconsciente, mi “yo menor”, al que llamaré menor, me mostraba, vez tras otra, una señal de recuerdo, de advertencia.
Algo perdí, algo no hice.
Y la pregunta por mucho tiempo pasó a ser: ¿Qué significa esto?
Una pregunta que me costó tiempo responder, más de lo que pensé. ¿Había perdido algo? era posible, equivocarse, más de lo mismo. Algo estuvo mal, pero no sabía que. Como tenía tiempo y el presente estaba estable como pocas veces, me esforcé por recordar en detalle cada “llamada”. Tenía tiempo de ponerme a analizar el pasado, reevaluar cosas, decisiones, eventos, palabras, etc. Ese pasado tan romántico e ideal, ese pasado que recordamos con especial emoción, como un pasado donde había “magia”.
Otra vez me encontré con esa bonita y maldita palabra, que aparece como señal inconfundible de que me falta léxico para expresarme, pero me sobra alma. Entonces mi mente de alguna forma retorcida relaciono esa “magia” o “falta de léxico” como algo faltante, igual que la respuesta que me faltaba. ¿Había perdido algo? No lo sabía. ¿Podría explicar esa “magia”? No estaba seguro. Pero según yo eso, esa falta, lo relacionaba y, si era ese el caso, encontrar una falta me ayudaría a entender la otra.
Entonces, cuando sucedía una “llamada”, en vez de intentar en vano entender que me quería decir menor, trate de ver ese recuerdo con más detalle, tratar de volver a vivirlo y entonces, encontrar su “magia”, me preguntaba: ¿que hace a este recuerdo mágico? No demore mucho en entender la diferencia, bondad, salud y enfoque. También entendí porque no es fácil de entender eso, resulta que mayor no quiere entender ese concepto de un pasado idealizado, porque sentirse lejos de él lo hace sentir otra persona, mayor. Un ser diferente, un no-yo, simplemente mayor. Porque mayor era lo opuesto de menor, y menor era yo.
¿Menor era yo?
Esa, para el que entiende mi lenguaje, es la pregunta correcta. Correcta, porque podía darle respuesta, a diferencia de las otras. Yo fui menor alguna vez, pero ahora no soy el y eso es normal. A menor le tengo un cariño especial porque fue, durante mucho tiempo y en múltiples ocasiones, mi 100%, lo mejor de mi. Y uno como se quiere, siempre recuerda con especial cariño ese momento en el que estamos al cien, siendo lo mejor, como la altura a la que debes estar o superar. Cuando te alejas de dicha altura, en el espectro negativo, dejas de sentirte tú, si no estás por encima de ese momento, has fracasado.
Eso evidentemente no es así. Has crecido, aprendido, experimentado. Eres mejor, quizás no en todos los sentidos, quizás has empeorado en ciertas cosas, pero eres mejor de lo que fuiste antes. Eso no nos resulta evidente por lo que señalé antes: bondad, salud y enfoque. En el pasado, todo parecía más tranquilo porque era consciente de menos cosas, tenía menos dudas, mi mundo era más simple. Era más bondadoso porque mi entorno me permitía explorar el mundo y expresar esa bondad innata, natural. Todo estaba más tranquilo. Esa falta de tranquilidad a largo plazo afecta la salud, tanto la nuestra como la de nuestros cercanos, aquellos compañeros de realidad. Sufrimos entonces diferentes experiencias que nos alteran física y mentalmente. Con el tiempo eso termina afectando nuestra comunicación y una comunicación enferma termina afectando finalmente nuestro ego y conciencia.
Aparece entonces un bucle peligroso, fruto del miedo. Todo comienza cuando al buscar una respuesta, una solución a un problema o evento, recurrimos exitosamente al recuerdo. Luego, dada la respuesta positiva, volvemos a acudir a él, en bucle. “Recordando puedo solucionarlo”. Eso, en mi entendimiento, es natural. El humano utiliza su experiencia como herramienta para su vida, es la base del aprendizaje. Es un bucle natural. Se vuelve peligroso cuando un impulso fuerte, como el miedo y la comodidad, hacen que recordar, sea la respuesta por defecto. Nuestra experiencia se limita. Con el tiempo y debido a la falta de práctica, ya no nos sentimos seguros de volver a explorar, ya no nos atrevemos a buscar nuestra propias respuestas. Dejamos de vivir el presente y pensar en el futuro, a vivir en el pasado.
Cambia nuestro enfoque.
Claro, antes no había tantos recuerdos. Todo lo que importaba era el día actual y el siguiente. Dejamos de crecer, aprender y experimentar. Mientras la experiencia responda, no habrá tanto drama, será nuestra luz, pero cuando falle, se volverá caos y entonces nos hundiremos. Yo me hundí. Sin crecer, sin esa bondad, salud y enfoque, no era menor. De pronto me dijeron “ya eres mayor” y yo les creí. Entonces era mayor y como un estupido trate desesperadamente de volver atrás, de encontrar a menor. En el mejor de los casos entendemos que quizás perdimos esa tranquilidad y la buscamos a toda costa, como si fuera la razón de nuestro ser, nuestro sentido, recuperar la magia. Menor tenía esa “magia”, el pasado tenía esa magia, esa magia tenía que ser la respuesta.
Era suficiente? No. Respondí de forma automática. Fue “mágico”, si, pero quería “más”. Esa respuesta me enfrió y al recordar en frío, me di cuenta de que ya había buscado “más” en diferentes ocasiones. “Real” apareció como sinónimo, otra palabra con trasfondo. Lo había encontrado, en múltiples ocasiones, a lo largo del tiempo. Pero menor no lo había buscado, él ni se preocupaba por el concepto real. Entonces fue mayor.
¿era mayor?
Según ellos si, pero cuando lo pensé concluí que no. Mayor quería más y, cuando estaba sano, realmente logró conseguir más, pero al estar ahora enfermo, ya no lo logra. Al esforzarse por alcanzar ese 100 otra vez, por aquel un poquito mas, empeora muchas cosas, empeora, se aleja aún más. Entonces mayor se vuelve lo opuesto a menor, lo opuesto a lo que alguna vez fui, al mi concepto de yo. Aparece como un enemigo del que escapar y, en una lucha infructuosa, me hundo.
¿Quién se hunde?
Yo.
Re-conecté.
Vuelvo a coordinar brazos y piernas, creo saber a donde ir y empiezo a flotar, a nadar. El agua está fría, está oscuro. Me duele un poco el brazo y quiero un café, “Solo un poquito más”. No lo obtendré aquí, necesito llegar a la orilla. El panorama no se ve muy bien pero te das cuenta, soy yo, otra vez.
A seguir nadando,
Be Human.