Monólogo N°11: Hasta las luces tienen rejas

DeltaScream
Escrito por DeltaScream el
Monólogo N°11: Hasta las luces tienen rejas

“¿Por qué cuando un humano se pierde en la oscuridad, busca la luz?”

“Esperanza.”

Esa fue la respuesta de mi inconsciencia.

Abrí entonces los ojos y desperté drogado y seguro de lo que haría. Todo viaje empieza cuando se abren los ojos y se decide ver, buscar y seguir una dirección, sin importar cual, sin importar a donde. Digamos por consenso entonces, que este viaje duró cerca de 12 horas. Levantarse fue difícil, pues el frío y tratar de despertar bajo los efectos del clonazepam no ayudaban en nada. Sin embargo la voluntad de un hombre puede más que estas y que muchas más cosas. Es la voluntad y lo que la alimenta, lo único que haría a un hombre viajar al infierno, por decisión propia.

Pasaron por mi una pareja de padres divorciados, que por amor y cariño emprenden el mismo viaje que yo, pero 2 días cada semana. La misma travesía, la misma valentía, 2 almas que alguna vez se amaron, pero que ahora coexisten como simples amigos, con estima. Los dolores y errores que mataron ese amor no significan nada hoy en día, cada uno hizo su vida, y fue la vida la que los hizo viajar al infierno, juntos y por amor. No tardamos mucho tiempo en llegar ahí, un edificio nuevo con el nombre de “alto bonito” ubicado en el sur casi al fin del mundo. Realmente existen muchos infiernos como este y no, no me refiero al infierno que alguien pudo pensar.

“Dios amó, y su amor le impidió crear un infierno para torturar a los condenados.”

Nosotros decidimos crear ese infierno, llamarlo la mejor respuesta y culpar a la justicia si un día tenemos que entrar ahí.Imponente. Paredes de un concreto nuevo y frío se levantan junto a rejas y alambres que impiden a almas salir y entrar a ese maldito lugar. Se siente maldito desde afuera. Personas de un verde sin brillo con armas se pasean en las entradas, mirando con duda y con aires de supremacía. Otras personas con mantas abordan la misma entrada, entregando sus identidades y preparándose para esperar cerca de 5 horas al frío y al viento para poder entrar a dicho infierno de concreto. Esperamos. Mientras lo hacíamos buscaba extrañado alguna lágrima, susurro, grito o señal de tristeza alguna, pero no encontré nada, solo bromas e impaciencia. Entonces, al pasar de las 5 horas, se abrieron las puertas y empezaron a llamar a esas personas que esperaron en el frío, atraídas y guiadas por algo que imagino como amor y que no puedo imaginar de otra forma. Me dieron un collar que decía donde estaba el lugar de reunión con la persona por la que fui a ese infierno. Me timbraron con dos pedazos de madera fríos, un sello que en otras palabras significa que entrego mi libertad temporalmente, para entrar ahí.

Empiezan las rejas, y te adelanto que no terminaran nunca más en esta historia. Nos hacían pasar de a 2 a través de una pieza que se encontraba entre dos portones de rejas café. Había un trono de metal que sonaba si encontraba algo raro en ti. Sono conmigo y eso me significó desvestirme completamente frente a uno de estos hombres de verde. No había lugar para vergüenzas o dudas, los ojos de esa persona había visto lo suficiente para registrarme sin mucho interés. Luego nos hicieron pasar a otra habitación llena de rejas, con algunas bancas para esperar a que entregaran las bolsas. La gente le lleva comida y ciertas cosas a las personas que vienen a ver, pero todo va en bolsas transparentes, o pasa por contrabando. Realmente no es el sistema más seguro del mundo, pero te advierte que no estás en un lugar precisamente reconocido por eso. Luego empieza el túnel.

Blanco.

Sin importar a donde mires todo es blanco. Una escalera que te lleva a un largo pasillo lleno de cámaras, focos enjaulados, rejas y luego una escalera que parece llevar al cielo. Al subir te topas con un laberinto de cemento, lleno de rejas y con unos letreros que apuntan a las salas descritas en los collares. Personas de verde con armas se pasean por los pasillos, mientras tu te pierdes en ese laberinto. No puedes ver nada hacia fuera, puesto que todo está cubierto con acrílicos tintados. Realmente me pregunto si es mejor no ver nada, a pesar de querer hacerlo. Nos dirigimos a la sala indicada en mi collar, luego de dar vueltas y vueltas en ese laberinto de rejas que pasa por encima de distintos pozos llenos de vacio, que tienen la ironía, una de tantas, de llamarse patios.

Llegué a la sala y no pude creer lo que vi. Ya que la persona a la que fui a ver está catalogada dentro de los reos como los de “máxima conducta” o mejor conducta en otras palabras, la sala era como un salón grande lleno de bancas, sin presencia de hombres de verde ni rejas. Entonces nos sentamos en una banca esperando que él llegara, mientras otra persona privada de libertad nos saludó con una cálida sonrisa. No dudé en saludarle también. Tras breves momentos llegó él, vivo, humano, tal como los ojos del niño que ahora soy yo alguna vez vieron, mi hermano. No puedo describir con palabras lo que sentí, jamás pensé que podría abrazarlo como antaño, decirle que lo quería como antaño, cenar con él como antaño, como cuando niños. La vida me traía entonces una sorpresa, no solo nosotros cenamos con él, sino, con todos los otros presos de “máxima conducta”, todos juntos, todos en paz. No había más que alegría en ese lugar. Disfrutamos, nos reímos, hablamos. Él me contó cómo era el infierno que los acrílicos no nos dejan ver, las cosas que tuvo que ver y pasar antes de llegar al lugar donde estaba, como son las cosas en el infierno que todos ven como lejano, pero al que cualquiera puede llegar, en cualquier momento. Hablamos de la vida, de los problemas, de los errores, comedias y tragedias, etc. Vivimos de todo y en algún momento él me prometió hacerme un cuello, hecho por él mismo. Recuerdo toparme con otro reo, el cual me miro y al cual yo saludé con una sonrisa. El me la devolvió sin dudarlo, mientras me saludaba. Luego volví a donde mi hermano y gozamos del tiempo que nos quedaba. Cuando apareció un hombre de verde, todos nos empezamos a retirar, nos despedimos y emprendimos el viaje de vuelta. Nos hicieron hacer una fila, en la que, lejos de haber tristeza o lágrimas, habían risas y chistes. Nos quitaron los collares, nos chipearon los timbres y tuvimos que hacer el camino de vuelta, por el mismo pasillo de blanco, esta vez, lleno de silencio. Al final de este nos tocó salir por otro lugar, donde al decir tu apellido te devuelven tu cédula de identidad y te dejan libre, tras pasar por un portón resguardado por hombres con armas.

Todos éramos libres, menos los que fuimos a ver. Cada persona empezó entonces su viaje a casa, algunos se despedían entre sonrisas y otros se marchaban silentes. Yo me subí al auto y empecé a pensar.

¿Justicia? ¿Qué es eso?

Todos dijeron algo diferente. Algunos confiaban en la balanza, que no pertenece a nadie y todos tocan.

¿De quién es la balanza?

Nadie supo.

¿Es esto la justicia?

No hubo consenso.

¿Valen todos lo mismo?

Ahí dentro, al menos ellos dijeron que sí, aunque parecían creer que no valen nada.

¿La ausencia de libertad les quita su humanidad?

Al menos yo te diré que no.

¿Son todos humanos ahí?

No lo creo, algunos sí, pero también hay algunos monstruos.

¿Qué es exactamente ese lugar?

El fondo, no se que será, pero sé que es lo último.

Era un lugar lleno de preguntas, con olor a muerte, pero parecía que ya nadie buscaba respuestas. Ellos miraban el tiempo como un enemigo y su fin como un anhelo, otros hacían lo contrario. Yo solo lloraba, mientras entendía que la esperanza vive aún en ese lugar maldito en donde,

“Hasta las luces tienen rejas”.

Dedicado a Felipe, mi hermano.


DeltaScream

DeltaScream

El autor de el 90% del material que veras en el sitio. Me encanta escribir, programar y aprender cosas nuevas. Tambien me encanta el arte, la fotografia y la musica. Veras un poco de todo eso en este blog. Deltascream es el nick que suelo utilizar, por ahora, tambien como seudónimo.